El crecimiento sostenido de la acuicultura peruana, con más de 13,000 unidades productivas y una producción que supera las 140,000 toneladas anuales, ha expuesto limitaciones críticas en el manejo de la calidad del agua, particularmente en los sistemas de cultivo de tilapia, camarón y especies amazónicas como paiche, paco y gamitana. La intensificación productiva sin una estrategia paralela de control de efluentes ha provocado un incremento de la carga orgánica y nutrientes, generando procesos de eutrofización, proliferación de cianobacterias, acumulación de coloides orgánicos y eventos de hipoxia que impactan directamente la eficiencia zootécnica y la sostenibilidad ambiental.
Estudios nacionales e intervenciones de campo evidencian que la concentración excesiva de compuestos como amonio (NH₃) y sulfuro de hidrógeno (H₂S) no solo compromete la fisiología branquial e intestinal de peces y crustáceos, sino que además favorece el crecimiento de patógenos oportunistas como Vibrio spp. Ante este escenario, la biorremediación acuícola, mediante el uso de consorcios microbianos especializados (e.g., Bacillus spp., bacterias nitrificantes, EM), ha demostrado ser una herramienta biotecnológica efectiva para la recuperación de la calidad de agua y sedimentos. Desde 2022, se ha desplegado su aplicación en más de 500 hectáreas productivas, logrando incrementos de oxígeno disuelto de 2 a 4 ppm, estabilización del pH en rangos óptimos (7.0–7.5), y una reducción significativa de lodos y compuestos nitrogenados.
Estos resultados han sido acompañados por un proceso sistemático de capacitación técnica en biorremediación y gestión hídrica, beneficiando a más de 500 actores de la cadena de valor acuícola, incluyendo productores, extensionistas, profesionales y gestores públicos. Este proceso ha puesto en evidencia la necesidad de fortalecer la gobernanza multiescalar de la sostenibilidad acuícola en el país. La incorporación de criterios de capacidad de carga, planes de manejo ambiental y monitoreo continuo de cuerpos receptores debe formar parte de una política técnica y normativa integrada, donde la biorremediación funcione no solo como solución tecnológica, sino como instrumento de articulación entre ciencia, producción y regulación.
En conclusión, la biorremediación representa una innovación prioritaria para avanzar hacia una acuicultura resiliente, eficiente y ambientalmente responsable. Su adopción, respaldada por evidencia científica y validación productiva, debe escalarse a nivel nacional como parte de una estrategia de gobernanza acuícola sostenible, donde la calidad del agua se entienda como un pilar transversal para la productividad, la sanidad y la competitividad del sector.